Entre risas y un par de cafés, compartiendo aquella tarde del otoño madrileño, me prometiste que estarías conmigo siempre. Pasara lo que pasara.
Y entre risas, en aquél momento, acepté con la condición de no verte si pasaba lo que pasara.
Y pasó.
Una madrugada volaste demasiado alto, hace hoy ya doce años. Has cumplido las dos promesas y por eso, a ratos, te sonrío. Otros ratos no.
Tu jardín sigue aquí, con sus flores rojas. Y quiero que sigas viniendo a dormir en él cada día. Siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
comentarios